Puerto Rico es una isla con mucha gente talentosa; gente que toma en serio, con respeto y dedicación su compromiso con el arte que trabaja. Una de esas artes que da voz a nuestro pueblo es la música. Tal vez hay mucha gente que pasa los fines de semana diciendo que no tienen qué hacer, que no saben a dónde ir, cuando en cada punto cardinal de Puerto Rico algún cantautor o intérprete se presenta en espacios o con temáticas para nuestra diversidad de públicos. Este pasado viernes 11 de octubre, Ponce vibró en música.

En un Ponce en donde clásico y lo moderno, el pasado y el presente, lo joven y lo adulto, coexisten bajo una misma esperanza y sonrisa de pueblo, se dieron dos eventos muy especiales en el casco urbano de dicha ciudad. La velada comenzó en la esquina de una de sus calles en donde se encuentra la librería El Candil la cual, más que un sitio de venta de libros con una muy buena colección de los mismos, se ha convertido en un centro cultural donde se llevan a cabo diversas manifestaciones de arte. Esa noche, el lugar se fue llenando de un público diverso, principalmente abogados que durante ese fin de semana celebraban la Asamblea del Colegio de Abogados. Una mesa de entremeses con una figura de tamaño real de Oscar López Rivera casi en la entrada, los anaqueles de libros como un laberinto que conducía a la improvisada tarima, pero sobre todo: Gente noble con ganas de sentir parecían presagiar una íntima e intensa velada.

La noche en El Candil comenzó con las románticas y vibrantes notas del piano del maestro Ricky Martínez que provocó un profundo silencio y miradas en el público. Al son del bolero, se le unió la potente y melodiosa voz Yezenia Cruz. Juntos interpretaron una serie de piezas musicales del repertorio de música de bohemia puertorriqueña y latinoamericana. A este manjar musical se les unió en la guitarra el gran guitarrista cayeyano Chaveta y el maestro de maestros cuatrista Wiso Pérez. Entre este conjunto de grandes talentos, elevaron la bohemia a niveles muy intensos poniendo al público a cantar, suspirar y alguno que otro enviar algún mensaje de texto a quién sabe quién durante las canciones. Como si fuera poco, se les unió el campeón nacional trovador y también intérprete de boleros, Eduardo Villanueva. Entre todos, interpretaron boleros y no pudo faltar la improvisación de la trova puertorriqueña. Fue realmente un manjar musical y de calidad humana.

Al salir de allí caminando hacia la otra aventura musical, se sentía cómo el pueblo de Ponce se iba llenando de gente que se dirigía a su barra favorita, a disfrutar de los helados de los chinos o sencillamente caminar por los alrededores de su Plaza de Pública. En una esquina de la Plaza, casi frente al antiguo Parque de Bombas, se encuentra uno de los lugares más hermosos de esa ciudad: El Café Teatro Proscenium. Un lugar cómodo, acogedor en donde la estética moderna y antigua parecen hermanarse. En momentos en que la gente hala por lo suyo, esa noche, la cantautora Sonimar Asencio y el intérprete Yamil Solano, unieron sus talentos para llevar a cabo un homenaje a dos glorias de la música puertorriqueña: Glenn Monroig Jonás y Yolandita Monge.

Sonimar y Yamil son dos de los grandes talentos en la música que tiene este país y esa noche del viernes, ante una sala repleta, demostraron por qué. Por un lado, Yamil interpretó las canciones que hiciera famosas y populares Yolandita Monge mientras que Sonimar hizo lo propio con las de Glenn Monroig, ambos acompañados por Javier Asencio en la guitarra y Joseph Correa en el cajón. En varias de las canciones, unieron sus voces ya fuese haciendo coro o interpretando a dúo alguna estrofa de las mismas; Dos timbres potentes de voces que, aunque diferentes, se conectan, complementan y funden muy bien. Fue una velada intensa de tres horas sin tomarse un receso; Tres horas donde el público se puso de pie, cantó, río y no faltó quién lloró con algunas de las canciones. Tanto es así, que la misma cantautora Sonimar, lloró en varias de las canciones, pero nunca perdió el temple ni ese masoquista disfrute por la canción y su interpretación. Entre las canciones que cantaron esa noche están: “Vivir para ti”, “Sobreviviré”, “Causa perdida”, “Verás dolor”, “Tal vez”,  “Dime cuándo”, “Hasta que regreses”, “Qué pena de este amor”, “Donde quiera que estés”, “Demasiado fuerte”, “Vete ya”, “Mala sangre”, “El vicio que no puedo romper”, “Cantaré”, “Qué pasó con este amor”, “Sin ti”, “Si supieras”, “A pesar del tiempo”, “Sin tu cariño”, “Cómo puedes”, “Por siempre”, “El amor”, “Solo”, y “Me Dijeron”. Por alguna razón cuasi mágica, la noche había sido tan intensa que no se sentía que habían pasado tres horas de pura música y pasión. Ante un público de pie que pidió otra, invitaron a tarima a la también intérprete Mariella Rodrgíguez  con la que cantaron una canción de Pandora tomándola como preámbulo a un homenaje a esa agrupación que llevaran a cabo en ese lugar el 2 de octubre.

Así una noche, un pueblo, dos lugares distintos, la diversidad, pero la misma pasión por hacer arte a través de la música. Ese talento que nos define como pueblo, esas canciones que le dan voz a nuestros sentimientos, ideas, vida. Nuestra isla está efervescente de arte y talento, sólo falta voluntad para salir a buscarlo y no dejarse llevar por la prensa amarillista ni dejarle la calle a los supuestos maleantes. Tal vez la mayoría de la gente no se enteró de esos eventos, pero sí tal vez de las frivolidades del gobierno o algún que otro chisme de alguna figura de la farándula. Sin embargo, ese viernes en Ponce se vivió una noche inolvidable y así también pasó en otros pueblos. La felicidad no llega sola ni se compra; se busca y se vive. Esta Isla tiene más cosas pasando para hacernos felices, que tristes. Hace falta voluntad y hacer turismo cultural de verdad. Ponce fue especial esa noche, pero Ponce puede ser cualquier lugar cualquier noche.

 

 


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