Ivania Zayas nació en la música y la música fue parte de su genética. Una mujer de raíces humildes nunca olvidó de dónde vino y sus valores. De pequeña aprendió de su padre quien es trovador, no solo la pasión por la música, sino por la riqueza que es compartir lo mejor que somos con los demás.

A través de su vida se enamoró de la nueva canción o nueva trova latinoamericana integrando a su gran talento como guitarrista y su potente voz, esa riqueza de canciones llenas de historias que no dejan de enamorar y hacer vibrar a generaciones. De igual modo, romántica empedernida vivió una profunda pasión por el bolero siendo una de las grandes intérpretes de la música de Sylvia Rexach, todo esto sin abandonar su gusto por la música tradicional puertorriqueña.

No sólo interpretó esta música de los grandes, sino que también compuso sus propias canciones, pero su humildad la llevó casi enteramente a homenajear con su voz a todos esos grandes cantautores que ella admiraba. Nunca quiso caer en el “main stream” de la música vendiendo o cohibiendo en las cosas que creía y se dedicó a hacer la música en la cual creía.

Ivania participó en un sinúmero de eventos musicales en la Isla y fuera teniendo especial enamoramiento con Cuba a donde siempre soñó regresar para cantar. Siempre fue solidaria con las causas y cantó en muchos eventos sin ni siquiera cobrar porque eran causas nombles. No sólo fue amante de la música, sino también de la poesía y fue provocadora en sus show de poetas como el que hacía con el poeta Eric Landrón y otros juntes con poetas como Amarilys Tavárez, Mairym Cruz-Bernal y Ángel Matos, entre otros. La partida de Ivania deja un gran vacío en el cancionero puertorriqueño y una pérdida irreparable.


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