En un sábado en la noche, a la falda de una bahía de San Juan con sus aguas plácidas, en la humedad luego de un día lluvioso, en Bahía Urbana una tarima dónde reinaba el color verde se iba llenando de música así como los rincones de la vieja ciudad. Desde varios puntos de ése lugar, que se ha vuelto uno de los más importantes para eventos multitudinarios al aire libre, se fue abarrotando de público de variadas edades, vestimentas y la diversidad física de nuestro pueblo puertorriqueño, pero todos se hermanaban en sonrisas, el gusto y la ansiedad por vivir una noche que al final resonaría mágica. Allí, cuando terminaba la tarde y la velada se extendía bajo un cielo estrellado y una luna color amarillo quemado que poco a poco se fue asomando, un pueblo deseoso de sentir y apoyar a varias de las mejores bandas puertorriqueñas tomó sus espacios. Así todo estuvo listo para que se llevara a cabo el cierre de la gira de conciertos del Millo Torres y el Tercer Planeta que lo llevó en velero alrededor de la Isla y nuestras islas municipio y que puso a un país a vibrar.
Cerca de las seis de la tarde, un candente y sonoro cajón musical se adueñó de Bahía Urbana llevando en su ritmo el corazón de los allí presentes; Y así se le unió una guitarra en sonoro acompañamiento creando un conversar de melodías: El dúo femenino UNNA, compuesto por Brigitte y Mily, había comenzado con la intensidad que guiaría la noche de ese magno concierto. Con la energía, compenetración y pegajosidad de su estilo, personalidad y letra de sus canciones, este dúo llevó al público en un viaje de emociones que fueron desde suspiros hasta risas. Visiblemente emocionadas, entre canciones compartieron historias, anécdotas, pero sobre todo, el agradecimiento al público puertorriqueño por la acogida que han tenido. UNNA intercambiaron instrumentos sin perder la intensidad y calidad de sus canciones cerrando su participación con una explosión sonora a dúo de cajones musicales. Ellas lograron crear la magia de que todos se sintieran en un espacio íntimo a pesar de estar en un lugar abierto lleno de miles de personas. UNNA se despidió y cada una de sus integrantes brillaba de felicidad y emoción por lo vivido.
Luego de un receso, subió a tarima una de las cantautoras que ha tenido una gran explosión en su carrera por su voz, la calidad de canciones y el histrionismo de su personalidad: Cheryl Rivera. La banda de Cheryl contó con la participación especial del maestro saxofonista Ricardo Pons que le dio otra dimensión no solo a las canciones de esta cantautora, sino al espíritu de la gente. Esta cantautora supo llevar un repertorio variado de ritmos y de canciones propias y de otros cantantes latinoamericanos despertando especiales aplausos por su interpretación de “Olas y arenas” de Sylvia Rexach. Seguido de cada interpretación era premiada con fuertes aplausos. Entre el público que no la conocía, se escuchaban frases de elogio y hasta personas buscándola en las redes sociales. Cheryl cantó, tocó su gugulele y la melódica, pero sobre todo, entregó el alma en pleno disfrute de lo que estaba viviendo y la energía tan intensa que recibía de la gente. Con una gran sonrisa y una genuflexión, se despidió agradecida por la acogida.
Al regresar de la transición entre músicos, un ritmo tropical puso a mover los pies, a sonar las mano,s a brillar sonrisas: Había subido a tarima Pirulo y la Tribu. Con ese giro en evolución que le ha dado a la salsa y esas canciones llenas de historia y sabor a pueblo, Pirulo cantó los éxitos que los puertorriqueños han hecho suyos y que, en su joven carrera, ya van convirtiéndose en clásicos de la música popular tropical. Entre canciones, el cantante llevó mensajes de patriotismo, positivismo, de luchar por lo nuestro, de ser más de lo que somos y de amarnos y protegernos todos como puertorriqueños con su particular y natural forma de expresarse y su lenguaje pueblerino. Sudando la pasión por su instrumento del timbal, con su chispeante carisma, un pueblo se hizo música en su voz y el público se desbordó en muestras de afectos. Pirulo le había dado a la noche un sabor a gente.
Cuando se había bajado un poco revoluciones, pero no intensidad, el sonido de dos guitarras se hicieron sentir: El dúo Laureno & Rodríguez, compuesto por Ricky Laureano y Joel Rodríguez, había comenzado a enamorar a la gente con sus talentos con la guitarra clásica y melodías. Este dúo supo aceptar el reto de cantar y mantener la vibra de la noche con sus magistrales interpretaciones en la guitarra y las canciones a las cuales les dieron su estilo propio. Emocionado y con la adrenalina fluyendo fuertemente en é,l a pesar de los años de experiencia, Ricky conversó con el público entre canciones y hasta les compartió que se sentía con profundos sentimientos porque allí hacía casi un año Fiel a la Vega, de la cual es parte, habían llevado a cabo un intenso e inolvidable concierto. Ambos músicos dieron al público un manjar musical de dos de los más virtuosos guitarristas de esta isla y de las canciones que la gente ha hecho suyas y que fueron recibidos con cariño, admiración y respeto.
Mientras una luna se asomaba entre los edificios citadinos, un chispeante sonido de funky rock and roll puso a vibrar la tarima. Con un efusivo “Buenas noches”, seguido del sonido de su armónica y una explosión de texturas musicales con bajo, batería, guitarra eléctrica y teclados, la gente se desbordó frente la tarima para recibir a Viva Nativa. Con su estilo único, esta banda puso al público a cantar, bailar y saltar. Interpretaron muchos de sus grandes éxitos cerrando con más reciente sencillo “Es un nuevo día”. Cada uno de sus integrantes, se vivió la noche y entregó lo mejor del lenguaje de su instrumento. Su vocalista, Javier Hiram, con su efervescente energía, supo llevar las canciones a niveles sensoriales pocas veces alcanzables. Se despidieron, pero no así los aplausos y el clamor de la gente para que siguieran.
Con toda esa suma de energías en tarima y luego del receso de cambio de grupos, el sonido de la banda La Secta retomó la vibración de la noche. En un viaje por los éxitos que se han convertido en clásicos de rock en español no solo puertorriqueño sino latinoamericano, esta afamada banda llevo al público desde saltos en sus canciones más enérgicas hasta suspirar en sus interpretaciones más románticas. La gente cantó, bailó, saltó, grabó con sus celulares, fueron abruptamente de sentimiento a sentimiento, en fin, en pleno disfrute. Cada uno de sus exquisitos músicos dio muestra de sus talentos individuales y de la calidad cuando se juntan bajo el sonido único de La Secta.
Así, como si todo esto fuera poco, con esa mezcla de texturas musicales, sentimientos, historias y emociones, llegó el gran cierre con el conspirador de Vívela Verde: Puerto Rico desde el Mar: El gran Millo Torres y el Tercer Planeta. Ante un ardiente aplauso de bienvenida, un Millo Torres, al sentir ese recibimiento, bajó la cabeza con una sonrisa emotiva y muy particular. Luego de agradecerá la gente y Heineken por el apoyo durante la gira y expresar que reafirmó el amor a esta tierra desde la belleza del mar, su concierto se volvió más intenso en ritmos. La aventura musical fue con temas que iban desde el principio de su carrera. A través de las canciones, demostró el gran guitarrista que es así como su pasión por la música. Toda una Bahía Urbana cantó todas las canciones y bailó en su fusión de ritmos. Cerca del final del concierto, invitó al cuatrista Cristian Nieves el cual lo acompañó en varios números en los cuales hizo solos de su instrumento demostrando lo virtuoso que es en el mismo. Para la última canción, Millo invitó a tarima a Ricky Laureano, Javier Viva Nativa, Nabee de Viva Nativa y Gustavo de La Secta. Al ritmo de la canción “Sigo caminando” se formó un jammeo tanto en las voces de los cantantes improvisando así como de música entre guitarras eléctricas y cuatro y guitarras eléctricas en un mano a mano. Fue todo un manjar esa interpretación ante un público que estaba absorto ante tanto derroche de energía y talento. Intentaron despedirse, pero aun siendo cerca de las dos de la mañana, la gente pedía más. Así, todos juntos, cerraron la noche interpretando una canción del legendario Bob Marley.
Detrás de la tarima, músicos exhaustos pero satisfechos se abrazaron, comentaban lo intenso y mágico que había sido la noche y agradecían y felicitaban a Millo por la gira y el concierto. Bahía urbana se fue vaciando. Mientras la gente caminaba, muchos de ellos cantaban sus canciones favoritas de la noche. Sobre la bahía de San Juan una media Luna parecía bailar solitaria con las olas del mar en silencio y sus cráteres parecían dibujar una gran sonrisa.