Puerto Rico es una isla rica en cultura y manifestaciones de la misma con una identidad única, propia e inigualable. A través de los años, se ha visto el surgir de diferentes grupos y bandas, pero no todas han aguantado el paso del tiempo, el reto que conlleva dicha profesión, además de todos los problemas económicos que vive Puerto Rico y el mundo en general. Sin embargo, cada noche, en todos los pueblos de la Isla, en algún rincón la música suena. La música no como escape de la realidad, sino como una forma personal y colectiva de darle sonido y voz a tantas cosas que llevamos dentro.
Una de esas bandas que ha calado profundo no solo en la historia nacional e hispanoamericana de la música, sino en el alma y cancionero personal de nuestro pueblo, es Fiel a la Vega. Este pasado miércoles 7 de octubre, esta banda presentó su más reciente producción el cual es un DVD con un CD producto de un concierto masivo que realizaran en Bahía Urbana. Este concierto de presentación realizado el pasado miércoles, ha sido, a mi juicio y de todos a los que he asistido en los pasados 5 años, el más intenso, energético y de entrega que se ha llevado a cabo en la Isla tanto por la música y “performance” de la banda y la respuesta del público.
Cuando la ciudad de Guaynabo pasaba de la vorágine de tráfico, el fresco citadino se sentía entre los edificios y comercios, algunas tímidas estrellas vencían la contaminación lumínica, un Shannans Pub se iba llenando de gente que llegaba caminando desde los estacionamientos cercanos al local. Afuera una inusual presencia policiaca ayudaba a controlar el tráfico lo cual auguraba que algo grande se cocinaba que ocurriría en ese local. Gente que se estacionó hasta casi 10 minutos caminando iba llegando entre conversaciones, sonrisas y en grupos, pero con esa adrenalina no solo por la novedad de la presentación de una producción musical, sino esa inusual energía que provoca siempre las presentaciones de la banda de Fiel a la Vega o sus miembros. Adentro del local, casi no se podía caminar. Desde temprano, la gente buscó su lugar más cercano a la tarima. Cerca de las 10 de la noche, el inigualable sonido de esta banda se hizo sentir y vibrar los corazones de todos los allí presentes quienes los recibieron con una cálida ovación.
Con un “Buenas noches mi gente”, Tito Auger dio la bienvenida al público a la par del clásico brindis por las cosas que nos unen como pueblo. Con la gente apiñada, pero con una sensación de hermandad, la gente bailó y cantó. Fiel a la Vega comenzó con varias de las canciones nuevas que forman parte de la producción que se presentaba esa noche, dando paso seguido a los éxitos que todo el pueblo puertorriqueño ha hecho suyos. Entre las canciones que interpretaron están: “Bla bla bla”, “Al frente”, “Solamente”, “La prosperidad”, “86”, “Mil canciones”, “Pueblo durmiendo”, “Salimos de aquí”, entre otras.
A pesar de que la energía fue intensa de principio a fin, hubo unas canciones que hicieron vibrar de un modo particular. Cuando la banda comenzó a tocar la canción “El panal”, el público comenzó a cantar a viva voz, los músicos se miraron, siguieron tocando, Tito Auger viró el micrófono hacia la gente y básicamente se dedicaron a tocar y disfrutar de esa interpretación de un pueblo unido, tanto que al final de la canción se pudo escuchar y ver un vocalista agradecido y con sus vellos erizados. “Las flores de Emilio” sumió a todos en profunda hermandad y en una voz; Tanto así que se veía líneas de 5 a 10 personas todos abrazados moviéndose al ritmo de la música. El “Wanabí”, como siempre, puso a la gente a brincar y cantar a viva voz y pasión. Una que levantó profunda intensidad fue “Los Súper Héroes” que, luego de la provocación de Jorge Arraiza y su peculiar estilo, hizo a la gente cantar y bailar frenéticamente. Finalmente, el concierto cerró con la canción de bono y otra que siempre levanta pasiones, poner el puño izquierdo en alto, celulares brillan en grabaciones, y una a la gente en un solo sentimiento, deseo, ideología: “Boricua en la luna”.
Aunque la Fiel a la Vega cantó las canciones que normalmente apasionan al público, fue una noche que aún a mí como escritor se me hace complicado poner en palabras tanto por lo visto como por lo sentido. Los presentes como cada uno de los miembros de la banda conspiraron mutuamente creando una energía que daba gusto y privilegio estar allí para vivirla. En tarima, Tito, Jorge y Ricky brincaron, bailaron con sus cabezas, jugaron los “stand” de los micrófonos mientras en la batería de Pedro Arraiza movía a los cantantes y la gente a gusto y gana; Una vibra, energía y entrega irrepetible y que daba gusto admirar, sentir y celebrar.
Cuando la música terminó, el público se fue retirando y se sentía una energía muy distinta a la que había antes del concierto. Afuera, en la parte de atrás del local, bajo la carpa de un “camper”, músicos y amigos de los mismos se abrazaban, saludaban, felicitaban, tomaban fotos. Luego, un Tito Auger visiblemente exhausto y con rostro de complacencia descansaba en una silla mientras, a solas una sonrisa florecía en su rostro que decía o recordaba quién sabe qué y que solo él sabrá.