Quien ha estudiado música con enfoque clásico, conoce sobre el legado y la importancia del compositor alemán barroco Johann Sebastian Bach. El pasado sábado muchos pudieron ser testigos de eso y conocer aspectos de la vida cotidiana del compositor, su entorno social y la razón de muchas de sus creaciones gracias a la presentación J. S. Bach: El círculo de la creación por la orquesta barroca Tafelmusik durante el Festival Casals.

La presentación fue como viajar en una cápsula del tiempo, los oboes y el fagot eran instrumentos de la época, de madera, más pequeños con un sonido rústico que complementaban perfectamente con la orquesta de cámara. Un hermoso clavecín en el mismo centro de la Sala Sinfónica Pablo Casals creó el entorno ideal, desde el bajo contínuo (inventado por Bach) hasta momentos de improvisación. Alrededor, un pequeño grupo formaba la orquesta de cuerdas, todos con bellos arcos barrocos y lo más impresionante, cuerdas de tripa. Muy fiel a la época.

Se pudiese erróneamente pensar al escuchar “barroco” que este tipo de concierto fuese monótono y aburrido. Con esta propuesta Tafelmusik llevó lo barroco a otro nivel. Un narrador contaba sobre la vida de Bach, detrás se proyectaban imágenes de Leipzig, Alemania que daba paso a distintas intervenciones musicales. Cabe destacar que los músicos tocaban de memoria y de pie con excepción de los dos chelistas. Constantemente se movían por todo el escenario haciendo el concierto uno dinámico y sumamente interesante.

El primer acto rendía tributo a los artesanos y obreros que con su labor hacían posible que la música de Bach sucediera. Se explicó desde la creación del papel donde a puño y letra escribía su música, hasta la familia que creaba los instrumentos exclusivamente para ser utilizados en las orquestas que dirigía el célebre compositor. En esta sección se destacó la magistral interpretación del conocido Concierto de Brandemburgo en Sol Mayor. El preámbulo a esto lo fue el Sarabande de la Suite num. 3 para violonchelo solo donde los chelistas se acomodaron en las esquinas de la tarima y se respondían uno al otro.

El segundo acto fue representativo de lo que se hubiera tocado en el famoso Café Zimmerman, en el centro de Leipzig. Estudiantes universitarios, los familiares de Bach y músicos aficionados componían el conjunto Collegium Musicum que de la misma forma tenían a su cargo distintas presentaciones alrededor de la ciudad. Fue un momento inolvidable cuando uno de los violinistas tocó el Allemande de la Partita para violín en Re menor. Tan pronto culminó un segundo violinista comenzó a tocarla pero desde el “backstage”con un sonido claro y preciso. Tan pronto culminó un tercer violinista la comienza a tocar desde la esquina del segundo piso del teatro cerca del público, consecutivamente un cuarto violinista le siguió al lado contrario. Cuatro veces el público escuchó la misma pieza, pero era como escuchar un eco, las interpretaciones eran tan parecidas, tan relajadas y tan hermosas que hasta dieron ganas de escucharla una quinta vez.

Además de crear y enseñar un sistema de notación musical, Bach era un gran improvisador lo cual demostraba enseñando a sus estudiantes. Durante el concierto el narrador explicó la manera. Puso a todo el público a cantar Do, Si, La, Sol, Mi, Fa, Sol, Do con tan solo el clavecín de fondo, quien luego improvisó siguiéndole el resto de los instrumentos. La presentación fue una verdadera experiencia donde no hay duda que para lograr una producción de este nivel el estudio detenido de la época y la profundización en la música es la clave.

 

 


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