Cuando fallece una artista, y en este caso, un artista tan amado por un pueblo; la gente lamenta su partida y sufren la pérdida física del mismo.  Anoche, nuestro gran Cheo Feliciano dejó de estar con nosotros, un maestro no sólo de la salsa, sino un gran exponente del bolero en Latinoamérica.

“Familia”, se escuchaba una y otra vez enunciar al querido Cheo, como un grito de guerra musical para hacernos bailar, cantar y llorar con sus interpretaciones.   Del pueblo de Ponce, el joven se mudó a Nueva York cuando tenía 17 años, donde comenzó sus andadas en el mundo de la música.  Feliciano siempre quiso ser conguero pero la música tenía otros planes para su carrera.  Comenzó a mezclarse en la escena nuyorquina como ‘bandboy’ de la orquesta de Tito Rodríguez.  Luego de colaborar como percusionista para varias agrupaciones, audicionó y fue aceptado en el sexteto de Joe Cuba.  Desde allí, comenzó una larga y exitosa carrera que lo convirtió en uno de los máximos exponentes de la música latina.

Cheo, vivirá por siempre, sonando en Puerto Rico.

 
 
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