Bajo un cielo lleno de estrellas, calles pequeñas llenas de calor humano, rodeados por cientos de artesanías, el domingo en la noche la música de Roy Brown y su grupo se adueñó del pueblo de Barranquitas. Una plaza pública llena gente que esperó por horas la presentación del afamado cantautor lo recibió con un cálido aplauso.
Las notas musicales del cuatro del maestro Benito Carrasquillo, las congas de Javier Hernández, la batería de Manuel Ojeda, el bajo de Tony Asencio y el piano de Tato Santiago llevaron al público entre los conocidos acordes en un viaje lleno de memorias. Roy Brown cantó lleno de energía, emotividad y múltiples veces agradeció la tradicional invitación a ser parte de ese Festival tan antiguo y tan afincado en la tradición puertorriqueña.
Entre las anécdotas que contó el cantautor, nos habló de la primera vez que se presentó allí cuando estaba en sus treinta y aún guarda cada memoria desde esa primera presentación. Roy Brown cantó sin parar cerca de hora y media en la cual el público estuvo entre aplausos, emociones, cantando en voces unidas, bailando, con manos al viento y con alguna que otra lágrima que bendijo aquella noche.
Cerca del final de su presentación, una señora subió con un bizcocho para celebrar el cumpleaños del cantautor quien se emocionó mucho y abrazo fuertemente a la persona. Así, con mucha pasión Roy Brown se despidió del público quienes se desbordaron en agradecimiento y amor. En la tarima, los rostros de los músicos reflejaban el placer de lo vivido, de la entrega, del calor de la gente de Barranquitas y sus visitantes.
Entre fotos con el público ansioso de capturar con cámaras y celulares la presencia de este gran músico puertorriqueño, calle arriba partió de camino a su amado Mayagüez dejando atrás un rastro de almas tocadas por sus canciones y presencia.