Cheryl y García López se juntan en la Fundación

En uno de los rincones más mágicos del Viejo San Juan, a la luz del reflejo de los antiguos adoquines, bajo un cielo silencioso y estrellado, en ese refugio y custodio del quehacer cultural, en la Fundación Nacional para la Cultura Popular, se llevó a cabo el hermoso, intenso y sensorial concierto “Una noche mística” con los cantautores García López y Cheryl Rivera. Bajo luces tenues, con una pequeña y acogedora tarima armada de instrumentos, con cierta musicalidad que sonaba en el silencio de aquellos artefactos para el sonido, la sala de la Fundación se fue llenando de gente entusiasta por sentir, por vivir, por ser.

Con las energías efervescentes, tomaron tarima los cantautores Cheryl Rivera y García López acompañados por los músicos Juan Carlos Rodríguez (Guitarra y de la banda de Ednita Nazario) y Gabriel Calero (Percusión y de la banda Black Guayaba). En un junte de “jameo” de una pieza musical en la cual se fundían ritmos de música indígena suramericana con ritmos tibetanos con cierto sentido de mantra, se conjuró el inicio de una noche especial que llenó de paz y cierta sanación aquel espacio claroscuro.

Al terminar esta pieza, en la cual García López tocó una flauta hecha por él con tubo de PVC y que sonaba mágicamente, un gran aplauso seguido de vítores dibujó una sonrisa en cada uno de los músicos. La tarima se vació, quedando solo García López. Acompañado de su guitarra y de una armónica, López cantó varias de sus canciones intercalándolas con algún detalle de cada una de ellas. Con su única voz, con esas canciones en las cuales se fundían su formación musical y espiritual con la poética de sus letras, llevó al público a estados profundos de placer intelectual, sensorial y de trascendencia.

Luego subió a tarima Cheryl Rivera acompañada de sus músicos, Juan Carlos y Gabriel. Con su gran energía, su coqueta y potente voz tomando un tono místico a la luz de la energía y de la magia de la noche, la cantautora se entregó al público interpretando algunas de sus canciones y otras del repertorio latinoamericano que interpreta con magistral talento. Con sus manos que hablan, sus miradas que cantan de por sí solas, Cheryl vibró e hizo vibrar al público en un placer que se sentía en cada una de sus letras, bailes e interpretaciones. Al terminar Cheryl, hubo un intermedio para comenzar la segunda parte del concierto.

Tras un corto receso, con las mismas energías y vibras, el público se acomodó y recibió a los músicos quienes interpretaron de modo acústico una pieza musical como con la que comenzaron el concierto. Al terminar esta pieza, García López quedó solo en tarima. Con su sonrisa, su mirada llena de conspiración de historias, cantó, contó cosas, se autoeditó en silencios como el mismo sugirió en algunos cuentos de las canciones, y entregó su gran talento como uno de los mejores compositores y cantautores puertorriqueños. Agradeciendo al público, le pasó el turno a Cheryl. Retomando la magia, ella elevó su alma y sus letras a niveles sublimes.

En esta participación, la cantautora invitó a tarima a su esposo, Javier Gómez (Fundador de la banda Viva Nativa) quien en profunda conspiración de historias con lo que la cantautora cantaba, vibraban en miradas profundas y enamoradas que se compartían durante las canciones en las cuales Javier tocaba la guitarra justo al lado de ella. En concubinato de las letras de las canciones de Cheryl, la exquisita guitarra de Juan Carlos que hacía susurrar la misma en poesía en sus notas, la vibración del cajón en las manos de Gabriel que repetía a modo de eco los latidos de los corazones de cada uno de los que estábamos allí, y la guitarra en blues rockeado de Javier, cerró la noche con un profundo aplauso del público que terminó complacido con una paz más sana y distinta con la que habían traído casi dos horas antes.

Cantándole feliz cumpleaños a Javier Santiago, fundador y custodio celoso de la Fundación Nacional para la Cultura Popular, quien cumplía al otro día del concierto, y a la propia Cheryl, quien había cumplido esa semana, cerró una noche entre abrazos y sonrisas. En el patio interior de la Fundación, bajo la mirada silenciosa de una gran bandera de Puerto Rico, entre luces, la gente se despedía de los músicos. Las fotos para perpetuar las memorias de una noche muy especial, se hacían presente. La Fundación se iba vaciando. El Viejo San Juan padecía de un silencio poco común. Entre aquellos edificios y adoquines, quedaba una noche llena historias, una purificación que se dio a través de la música y de gente que aún cree que este mundo puede ser otro mejor y que, como dijo John Lennon, “otro mundo es posible”.