Al caer la noche sobre los campos de Peñuelas, todo es brisa, silencio, paz. La neblina cubre la cúspide de los cerros. En un rincón de esa naturaleza, en la Hacienda Chiquita, comienzan a llegar carros con personas sonrientes, llenas de buena vibra, de paz. Van escogiendo su pedazo de suelo donde ubicar sus mantas, sillas, neveritas, velas. El susurro de sus voces en armonía con la noche, con la brisa, da cierta sensación a poesía.
Así, bajo las estrellas se hizo la música el sábado 25 de octubre bajo el embrujo de Mijo de la Palma y Fernandito Ferrer. Sin anunciarse, como si el viento cargara al ser, la música, la voz, Fernandito Ferrer abrió la noche con su peculiar voz, carisma y vibra. Bajo un árbol gigante, entre algunas luces y velas, el cantautor hizo un recorrido de canciones de su repertorio especialmente escogidas para la velada. Lleno de emoción, entregó su talento pausando de vez en cuando para saludar al público que había llenado cada rincón de aquel lugar. Dentro de su participación, cerró la misma con tres canciones acompañado en la guitarra eléctrica por el guitarrista Javo Grant y la poesía del poeta Angel L. Matos.
En un juego de texturas, historias, ritmos, las letras de Fernandito, las notas en blues de la guitarra de Javo y la poesía Angel, se fusionaron, conversaron, se compenetraron llevando al público a estados sublimes que supieron apreciar y premiar con profundos aplausos llenos de suspiros. Con el público efervescente de energías, Mijo de la Palma tomó su lugar. Con su acostumbrado derroche de ritmos, de energía, de pasión, pusieron al público a cantar, moverse, sentir. En su fusión de música y poesía, la entrega fue evidente. A la luz de las velas y quinqués, Javo, Melvin, Ada y Kidany, fusionaron el arte de cada uno para elevar la música y la noche a estados casi alucinantes. Para añadirle textura musical, Fernandito se sumó al grupo a tocar el cajón lo cual le dio otro sentido poético a las canciones en las cuales tocó. Al final, intentaron despedirse, pero el público pidió otra lo cual Mijo de la Palma complació con agrado. Al marcar el reloj la medianoche, a Hacienda Chiquita se iba vaciando de gente quedando allí, entre las yerbas, memorias en las gotas de rocío una historia musical, emocional, psíquica, que nunca será borrada de aquel lugar y de la gente que allí estuvo.
Fotos por Luis Serrano Peña