Hay cantautores cuya palabra, interpretación y calidad musical hacen vibrar a quienes los escuchan. Cuando un cantautor está consciente de sus maestros y es un lector y trabaja otras artes, su música adquiere otra dimensión. Este pasado domingo 31 de octubre de 2016, uno de los grandes jóvenes cantautores españoles, Ismael Serrano, llevó a cabo un magno concierto en una de las salas más importantes para la música como lo es la Sala Sinfónica Pablo Casals del Centro de Bellas Artes de Puerto Rico. Este concierto se dio como parte de la gira que este cantautor lleva por América Latina y España bajo título el título de su más reciente producción discográfica: “La llamada”.

Antes que el público llegara a la Sala Sinfónica, un Ismael Serrano, su asistente y manejadora, y sus sonidistas, preparaban la tarima teniendo gusto y cuidado en los más mínimos detalles. Ismael personalmente, con su gran oído musical junto con sus sonidistas y el equipo de la Sala Sinfónica, pudieron llevar la voz e instrumentos del cantautor al nivel de excelencia que todos conocemos en dicho espacio el cual, de por sí, es complicado para las voces ya que su acústica está hecha especializadamente para instrumentos. Fue impresionante ver a Ismael caminar por la tarima ajustando luces, pasar a la cabina de control de sonido varias veces, la pasión en su mirada al cruzar de un lugar a otro y ese lado muy humano que casi nadie ve. Sin duda, esa dedicación auguraba algo especial.

Ya con el sonido listo, afuera de la sala, en el atrio de la misma, un público vibrante y a la expectativa llenaba el lugar. La gente se cruzaba, alguna se reconocía y se saludaba, pero sobre todo: se conociera o no, tenía gestos de felicidad unos con otros. En cierto momento, se abrieron las puertas y la gente fue tomando sus lugares. Las conversaciones parecían un susurro mientras muchos miraban la tarima con sorpresa. La escenografía era cuatro árboles que se alumbraban acomodados en forma de semi círculo, el suelo cubierto por algo que simulaba hojas secas, tres quinqués, enredaderas con hojas verdes cubriendo el poste del micrófono y unas luces en segundo piso detrás de la tarima que simulaba por momentos un cielo estrellado. La expectativa y ansiedad ante lo que estarían por vivir y cómo sería todo, se sentía intensamente. Ciertamente, la visita de Ismael era una muy esperada.

En cierto momento, las luces de la sala se apagaron a la vez que se encendió tenuemente la tarima. Una figura con sombrero y guitarra en mano caminó callado y casi sin ser notado hasta sentarse frente a la misma en una silla. Emocionado y ansioso, el cantautor puertorriqueño García López dio la bienvenida al concierto y agradeció al público el apoyo, así como a las productoras de Luna Nueva por la invitación a ser parte. Con su voz tan distintiva, sus letras en donde se funden diferentes vertientes de trova y de otras culturas, su guitarra que parecía hablar y García López supo cautivar al público. Entre cada una de sus canciones, tuvo diálogos con la gente sobre anécdotas de la vida o asuntos relacionados a su música. Esa conversión de nervios en arte, fue exquisita, bien recibida y celebrada con un gran aplauso y muchas personas de pie cuando éste terminó y se despidió.

Luego de unos minutos, el público que llenó la Sala Sinfónica entró en un profundo éxtasis de aplausos y emociones al ver caminar hasta su espacio la silueta de Ismael Serrano en una tarima toda apagada. Con una luz directa a él y tomando su guitarra mientras la afinaba, con su acento madrileño, un “buenas noches, Puerto Rico” lo llevó a adueñarse de una noche que no soltaría a lo largo de todo su concierto.

Su presentación abrió con la canción “Las cuatro y diez” de  Luis Eduardo Aute.  Un relajado, en disfrute e intenso Ismael Serrano llevó al público entre emociones en sus canciones. Entre cada una, como es normal en él, contó anécdotas tanto de cosas vividas en otros conciertos como cosas personales; Así mismo reflexiones altamente filosóficas y poéticas, algunas altamente salpicadas de sarcasmo, como prefacio a sus canciones.

Íntimo con su guitarra y en ese escenario con la decoración que daba un toque mágico, el viaje musical fue uno no solo por su disco “La llamada”, sino también por canciones que el público ha hecho suya y que lo han ubicado como uno de los grandes cantautores de nuestros tiempos. Entre las canciones que cantó estuvieron: “Papá cuéntame otra vez”, “Dónde estarás”, “Últimamente”, “No estarás sola”, “Qué andarás haciendo ahora”, “Eres”, “A penas sé nada de la vida”, “Te odio”, “Candombre para olvidar”, “El día de la ira”, “Éramos tan jóvenes”, “Mi problema”, “Absoluto”, “Te vi”, entre tantas otras a lo largo de casi dos horas y media de música.

En la presentación de una de las canciones, mientras daba una introducción filosófica/poética, como en un acto de magia, iba sacando una luz a la vez de un bulto verde que tenía al lado suyo y que puso en su falda; Seguido hacía como que la lanzaba una a una a cada quinqué que al movimiento  y estos se iban encendiendo; Fue un momento muy intenso en la velada.  Para la canción “La llamada”, llamó, invitó pasar a escena a personas que así gustaran para hacer algo así como un coro; Subió un grupo variado y él fue muy cálido con ellos. Además, durante el concierto  y siguiendo con el homenaje a sus maestros, en sendos momentos cantó “Ojalá” de Silvio Rodríguez y “Peces de ciudad” de Joaquín Sabina.

Luego de dos canciones que cantó al regresar después de despedirse, Ismael se retiró con un “Hasta siempre Puerto Rico” y haciendo una genuflexión hacia el público. Entre las luces apagadas de la tarima, a solas, cruzó la puerta hacia los camerinos. Un público lleno de emociones dejó la sala entre comentarios de satisfacción. Tras la tarima, un Ismael cansado, pero feliz y satisfecho, saludó a algunas personas. Con su mirada atenta, sus palabras precisas, conversó con cada uno. Con una sonrisa, se despidió y caminó a paso lento dejando tras él ese rastro de magia como la que marcó esta presentación inolvidable en Puerto Rico.


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